Atacama
Si tomáramos la palabra “desierto” en su estricto significado de “tierra sin vida”, solamente dos regiones en el mundo calificarían como tal: el desierto de Libia (que forma parte del Sahara) y el desierto de Atacama, en el norte de Chile, considerado por los geólogos como el primero en haberse formado en nuestro planeta. Entre los dos, el Atacama es, sin duda, el más árido y desolado del mundo; en algunas de sus zonas jamás ha llovido y, en lo que optimistamente podría considerarse como “sus lugares más húmedos”, las precipitaciones no han llegado a alcanzar más de 0,5 cm. Es más, en vastas partes del Atacama la vida —vegetal o animal— es totalmente inexistente.
Hay dos razones principales para explicar la increíble aridez del desierto chileno: la primera es que el Atacama, a diferencia de otros desiertos, no fue producido por la erosión de los vientos ni por la pérdida paulatina de la vegetación. La región del Atacama fue siempre desértica; no fueron los cambios climáticos los que contribuyeron a que surgiera, como ha sucedido en el caso de otros desiertos del planeta. A pesar de los minuciosos estudios realizados por geólogos de todas partes del mundo, nunca se han podido encontrar en el Atacama rastros de algún tipo de vida vegetal o animal que hubiera existido durante lo que habría podido ser la etapa de su formación. Igualmente, se ha confirmado científicamente que el Atacama nunca estuvo sometido a la acción erosiva de los glaciares durante la Era Glacial.
La segunda razón para explicar la aridez absoluta del Atacama es geográfica. La altura de los picos nevados de la Cordillera de los Andes impide que las nubes que se forman en la fértil región del Amazonas pasen al área del Atacama. Este factor contribuye decisivamente a la aridez de las arenas de este desierto. Y aunque la ubicación de la Cordillera de los Andes (de norte a sur) afecta climáticamente a toda la costa occidental de la América del Sur, en otras regiones que sí son fértiles de esta franja entre los Andes y el Océano Pacífico, la vegetación absorbe humedad del ambiente y la transforma en rocío, lo que contribuye a su fertilidad.