Sydney
Dentro de los límites de la ciudad, Sydney ofrece suficiente espacio abierto para que tres millones y medio de personas se muevan con soltura. Y ¡cómo lo hacen! Los habitantes de Sydney son fanáticos del movimiento. Si un pueblo en el mundo disfruta corriendo tras los placeres de la vida, ése es el australiano y, en especial, el pueblo bullicioso de Sydney.
Sydney recibe sol suficiente para que la sangre se mantenga activa y para que la cerveza fluya constantemente. Pero tampoco la temperatura llega nunca a asarle el cerebro a nadie: 18°C promedio anual. También son verdaderos magnetos sus treinta playas, las Montañas Azules (de más de 900 m de altura), a poca distancia de la ciudad, y los innumerables y hermosos parques, dentro de esa ciudad moderna, Con tantas ventajas, no es raro que de los 14 millones de australianos una cuarta parte viva en Sydney.
Aunque Sydney se ha convertido en la ciudad más grande del país, la capital de Australia es Canberra. Curiosamente, Sydney es capital del estado de Nueva Gales del Sur (New South Wales), donde está Canberra. Para ventaja de los habitantes de Sydney, la capital de la nación se encuentra convenientemente ubicada a unos pocos kilómetros al sur.
Sydney combina una posición geográfica formidable con un origen único: un extraordinario pasado donde se arraiga un futuro brillante. Muy viva intelectual, política y comercialmente, Sydney también ofrece la posibilidad de escaparse al mundo natural, que le rodea muy de cerca. Ello le permite a la gente el desarrollo de una actitud refrescante, que inyecta sangre nueva al pueblo que palpita en sus calles inmaculadas.
SYDNEY ACTUAL: UNA CIUDAD MODERNA
El puerto se divide en tres masas acuáticas importantes: Port Jackson, Middle Harbor y Parramatta River. Port Jackson es la principal, con aguas profundas. Middle Harbor está a la entrada de Port Jackson. Parramatta Rivers sirve a embarcaciones de aguas poco profundas. Entre los muelles comerciales de mayor importancia se encuentra Darling Harbor, desde donde se exporta —primordialmente— carne. En Clebe Island, hay una importantísima terminal. De allí se exportan millón y medio de toneladas de trigo, y de Balmain, unos tres millones de toneladas de hulla.
En su papel de la ciudad más poblada del país, Sydney suple la mayor parte de la fuerza de trabajo (Sydney emplea a más de 300 mil obreros), y es el mercado de consumo mayor de Australia. Las compañías que operan en la ciudad han escogido esta ubicación, no sólo a causa de las excelencias del puerto, sino también teniendo en cuenta el tamaño de la población.
Sydney es el centro manufacturero más grande del país. Las fábricas se encuentran distribuidas en varias áreas de la ciudad. Los suburbios interiores, como Balmain y Purmont, tienen pequeñas fábricas y talleres que producen ropas, muebles, artículos de cuero y una gran variedad de otros productos. En los suburbios exteriores, al oeste y sur de la ciudad, se encuentra la industria moderna: electrónica, alimenticia y farmacéutica. Al oeste del centro de la ciudad, y a la orilla del río Parramatta, se encuentra la industria pesada: plantas petroquímicas, talleres ferrocarrileros, fábricas de maquinarias agrícolas, y mataderos. La mayor concentración de fábricas, sin embargo, se encuentra en la zona conocida como Botany Bay. Allí está el más moderno complejo de refinerías, abierto en 1956, y uno de los dos más grandes de Australia. Botany Bay aloja la planta donde se fabrican los automóviles australianos Holden. Esta fábrica de la General Motors ensambla 35 000 vehículos al año.
La segunda gran precipitación de crecimiento de Sydney se produjo en 1960, al descubrirse en Australia grandes depósitos de tres minerales valiosos. Éstos eran la bauxita (productora de aluminio), el rutilio (base para el metal ligero titanio) y
el zircón (usado en pinturas y aleaciones). Estos depósitos son tres de las mayores reservas mundiales. Australia también posee los segundos depósitos mayores de uranio y I de plomo, y la tercera reserva de plata, cinc y hierro. También existen sustanciales depósitos de fosfato, níquel, latón, oro, petróleo y carbón. La consecuencia del dinero, producto de estos grandes depósitos, ya se contempla en la silueta arquitectónica de la ciudad.
Las estrictas regulaciones que limitaban la altura de los edificios hasta 1957 (la mayoría de estilo Victoriano), tuvieron que ajustarse al las necesidades del distrito comercial, atrapado sin posibilidad de expansión entre las aguas de Darling I Harbor al oeste, y un gran parque] en el este. Con el cambio en las regulaciones, Sydney entró en la era de los rascacielos.
Atrás va quedando el estilo extravagante de la Reina Victoria, para dar paso a los rascacielos esbeltos de vidrio y concreto. Pero aún queda una mezcla que, sin embargo, no luce mal. Antes al contrario, da sabor y variedad a la ciudad. El clima cálido y el gusto de los ciudada-l nos por el aire libre han inspirado a los arquitectos a diseñar una infinita variedad de plazas y espacios abiertos, los que contribuyen a darle frescura a esta ciudad de muchas calles estrechas. A la hora de almuerzo, las plazas se llenan de los oficinistas que devoran sus sandwiches, y leen novelas, o disfrutan del sol y la brisa marina que llega desde el cercano puerto.
Si bien la mayoría de las grandes construcciones de Sydney son productos de las épocas de prosperidad, una, en particular, se erigió durante la depresión de los años treinta: el puente del puerto de Sydney. Está ubicado en el muelle circular de la ensenada de Sydney.